Bares

La Cosechera; El Molino; El Buen Gusto; El Condado; El Colón; Augustus; Coventr; Il Sorpasso; El Quijote; Sherlock; Rucafé; Bar Central; La Pomme; El Galeón; Quinquela; Las Tinajas; La Recova; Mr. Corcho; Moncloa; Café de la Plaza; Papagayo; Le Boucanier; El Ciervo de Oro.

Tal vez uno de los momentos de mayor esplendor de "El Buen Gusto" haya sido el período que va del año '70 al '76. Tucumán entonces era un caldero que bullía de actividad política y cultural; un espíritu revolucionario sobrevolaba la ciudad. 1970 fue el año del Tucumanazo. Un grupo importante de jóvenes que participaron de la pueblada contra la dictadura y otros que compartían las inquietudes políticas y estéticas de la época poco tiempo antes habían hecho de ese bar su lugar de encuentro. Eran ya habitués hombres mucho mayores, como el poeta Dionisio Ocampo. Un hecho singular de la época, que las mesas del bar reflejaron fielmente, fue el fértil encuentro entre generaciones distintas. Se mezclaron en "El Buen Gusto" poetas como Néstor Rodolfo Silva, Juan González y Pancho Galíndez con otros más jóvenes, como Eduardo Ramos, Adolfo Barrientos o José Carlos Coronel. Compartieron allí largas charlas, cafés y libaciones pintores como Ernesto Dumit, Gerardo Ramos Gucemas y Ricardo Abella; directores de teatro como Bernando Roitman, Carlos Olivera, Héctor Posadas y Jorge de Lassaletta; actores como Fernando Arce, Armado Caro, Pepe Ávila y Ernesto Chehade. "El Buen Gusto" fue "una mezcla milagrosa", pero no solo "de sabiondos y suicidas". Se mezclaron allí, en una picaresca urbana, artistas, buscavidas y redentores. Y también, el bar que fue cita de amor y cobijo de sueños se convirtió en escenario de la tragedia. De sus amplias puertas, tras el golpe del 76, se llevaron secuestrado al poeta y habitué "Cacho" Carrizo. (Horacio Elsinger, licenciado en Filosofía y docente)

"Iba a Rucafé porque me quedaba de paso entre la Sarmiento y la Normal, y porque había buenos mozos. A la mañana, cuando había hora libre, me escapaba. No era solo el café; me gustaba -aún me gusta- ver la gente, comunicarme. Rucafé fue un lugar de referencia en el centro, y el café era el mejor. Ahora el mejor es el de Aramis, en La Gran Vía", afirmó Saralía Molina, bióloga y ex docente.

"Nos gustaban el ambiente y la atención de los mozos, los conocidos que encontrábamos. Éramos felices ahí. Yo extraño Rucafé y también a La Recova. Para mí era maravilloso, porque salía del Consejo de Educación y me encantaba encontrarme con mis amigas, que me esperaban allí", destacó, nostálgica, Elena de Bertini, también ex docente.

"En los 80 íbamos a misa de 19 en la Catedral con mis compañeras del Guillermina, y después íbamos a La Recova, al Corona o a Moncloa, a tomar un licuado. A La Pomme ibas cuando alguien te interesaba o te invitaba. Era romántico, íntimo, con luces tenues. Yo iba con mi novio. ¿Boliches? ¡No! Una chica de 15 no iba a los boliches. Pero sí mis hermanos mayores, que iban a Tiffany, Petroushka y Butterfly", contó Silvana Beltrán, comerciante.

Boliches

Tiffanys; Sky; Petrushka; New Come Back; JB; Butterfly; Kinesis; Bulldog; Monóxido; Metástasis; La Fábrica; Gas Oil; NY City; Casapueblo; Hipocampo; La Cárcel; Galápagos; Nocturno; Coyote; La Barraca; Swelegant; Pussycat; Line Out; María Delirio.

Inspirado en una discoteca de España, Tiffanys fue el sueño hecho realidad de un grupo de amigos. Y marcó la vida nocturna de una generación. "Cuando abrimos, en 1969, iniciamos una nueva etapa en la noche tucumana por los sistemas de sonido que usábamos, por la decoración y por el tipo de música. De hecho, nosotros imponíamos la música, incluso poníamos de moda algunos temas siguiendo las tendencias de boliches de Buenos Aires", rememoró Nicolás Maisano, uno de los dueños y dj de Tiffanys. "En aquella época no había tantos bares ni salones de fiestas, entonces se iba mucho al boliche: la gente se conocía ahí, se casaba, hacía los 15 de las hijas... De hecho, yo fui uno de ellos. El vínculo con la discoteca era muy fuerte", definió antes de empezar a enumerar a algunos de los artistas cuyos temas sonaron en las noches de los primeros años de Tiffanys: los Beatles, James Brown y Aretha Franklin, entre muchísimos más.

De los boliches de las últimas dos décadas, los que más extraña el DJ Titán (Gustavo Filgueira), por diferentes motivos, son Coyote y Nocturno. "Nocturno significó un destape de cabezas; la gente se dio cuenta de que podía acceder a una diversión diferente, más elaborada culturalmente y con una propuesta más artística -explicó-. El DJ dejó de ser alguien que pasaba música para convertirse en un artista. Propuestas como estas ya habían existido, pero generalmente eran itinerantes, en cambio con Nocturno se hizo todo eso pero en un lugar más estable. También marcó la apertura de la provincia hacia la música electrónica". Titán fue residente en Nocturno desde que abrió hasta que cerró sus puertas. Coyote sentó las bases de lo que hoy es prácticamente un requisito: el boliche con un espacio al aire libre, para respirar y -ahora- para fumar. "Coyote introdujo el concepto de terrazas, de ambientación y de vistas. Salías y mirabas la ciudad, era algo hermoso que se extraña", confesó Titán. Él dio sus primeros pasos como DJ en ese boliche junto a Augusto Galucci. "Hoy casi todos los boliches tienen un espacio al aire libre por dos motivos: uno es el calor y otro la ley que no permite fumar en lugares cerrados", agregó. Según Titán, los boliches actuales no tienen qué envidiarles a aquellos, pero se los echa de menos porque sentaron un precedente, un antes y un después en la noche tucumana.

Restaurantes

San Martín; La Ruletita; La Carpa; Confitería El Lago; Primera Confitería; Mi Abuela; Pizzería Napoleón; El Viejo Portal; El Jagüel; Rímini; Vía Flaviana; Los Dos Gordos; La Martita; Paquito; Floreal; Italia; La Nona; El Duque.

"Uno de los restaurantes emblemáticos de la época gloriosa del Casino y, sobre todo, del teatro San Martín, fue La Ruletita. El dueño era un judío sefaradí. Era un placer ir allí. Concurría esencialmente gente del teatro, y ponían la mejor música que se podía escuchar en un bar de Tucumán: jazz, fragmentos de clásicos... Además se comía bien, minutas, sobre todo. Ahí cerca, al lado del Policlínico Ferroviario, estaba también La Carpa. Era un lugar medio rarito: predominaban los 'machados', los trasnochadores del casino; unos cuántos que hacían tiempo picando algo hasta que llegaba la 1 de la mañana, para entrar al cabaret (había tres en la zona). En realidad lo habitaba una mezcla de personajes porque era refugio de la bohemia también. La vida nocturna de Tucumán de los 60 y comienzos de los 70 era espectacular, y en esos bares los artistas se mezclaban con la gente común. El teatro Estable estaba en su plenitud y el Ballet emergía como espectáculo. El San Martín y el Alberdi convocaban a los grandes artistas de Buenos Aires", contó escritor y periodista Dardo Nofal.

Heladerías

Sasor; Monte Everest; Nebraska; Laponia; San Remo.

"La familia Sastre Ortiz llegó de Santa Fe. Del transporte de galletitas pasaron a los productos de heladería, y de estos a fundar la heladería Sasor. Casi todos los tucumanos pasaron por el local de avenida Sáenz Peña a tomar helado o copas heladas de nombres amorosos. Su fama se debía a que usaban los mejores productos, a la dedicación y al esmero, pero sobre todo a la calidad humana de sus propietarios, en especial de Elsa Buffa. Ya en Salta primera cuadra ofrecieron exquisitas tortas y otras delicadezas. Pero las reinas seguían siendo las copas, encabezadas por el irresistible Bombón Escocés. La atenta mirada de Elsa construyó para algunos de nosotros un lugar donde los placeres del paladar se juntaban con el amor. Pasaron muchos años... En el entrañable Sasor crecimos a la sombra fresca de un gran cucurucho de chocolate y limón". (Eduardo Joaquín, licenciado en Artes Plásticas, docente)

Sangucherías

Pitucho; Chacho; Los Eléctricos; La Palmera; Quintín; Tarquino; Wimpy.

Especialistas en matar el hambre de los tucumanos con un manjar por poca plata, marcaron su tiempo y dejaron la huella.

Negocios

Librería Sarmiento; Casa Escassany; La Tropical; Heredia Funcional; Bombay; Persia; Grabacentro; Norte Libros; Modart; Brummel; Ñaró; Caravanas.

Los best-sellers se agotaban en cuestión de horas. Los libros que recomendaba LA GACETA Literaria los domingos eran los más buscados de los lunes. Luis Marchetti sostiene que la lectura era un hobby muy extendido en los 70. Y Norte Libros, en 24 de Septiembre al 600, congregaba a la mayoría de los lectores tucumanos. "Fue la librería más importante de aquel entonces. Era muy amplia y siempre la atendían sus dueños, Lauro Fagalde y Pascual Bernasconi. Se conocía a los clientes y cuando aparecían les decíamos 'tengo algo para vos'", recuerda el ex empleado. "No creo que la gente extrañe el negocio como tal - hay muy buenos lugares para comprar libros-, sino lo extendido del hábito de la lectura. A tal punto que llegaban cajas de títulos y se acababan en pocas horas", cuenta Marchetti.

El empresario Roberto Pallotto es cordobés, pero adoptó Tucumán como su hogar en 1976. Cuando LA GACETA le preguntó qué negocios de aquellos tiempos extrañaba, más que elegir un lugar hizo todo un recorrido. Empezó por la bombonería Bombay: "olía tan bien y había tantas cosas ricas... Te diría que la extraño por una 'cuestión de peso' -dijo muerto de risa-. Era un deleite entrar ahí".

Siguió caminado con el recuerdo: subió por 24 de Septiembre y avanzó por Junín hacia el norte: "cuando llegabas a la entrada de Persia, el aroma a especias te transportaba a otros mundos; se extraña eso", apuntó con nostalgia, mientras en su cabeza doblaba por calle Mendoza y llegaba hasta la que fue la última sede de Modart: "no era frecuente, pero iba cada vez que tenía que vestirme 'de gente'", lanzó, y recuperó la risa.

Disquerías

Yaraví; Avenida Musical; Elior; Tapatío; All Music.

"Yaraví se destacaba en variedad, cantidad y calidad. Pero sobre todo en la atención, a cargo de Rolo y 'el Gringo' Maris. Al entrar te abrumaba la gran discoteca. Allí estaban los discos que ya conocías o material de moda. Pero en el rincón estaba la escalerita que iba al sótano. Por ahí bajabas a otro mundo, el de la música clásica y el jazz. Con una delicada atención, te metías en una de las cabinas y escuchabas lo que quisieras. Además, los sábados a la tarde organizaban el Concierto Phillips: se escuchaba un disco y con el número de la entrada lo rifaban al final". ("Coco" Quintero, periodista)

Entretenimientos

Winner; Tic Tac Toe.

En medio de los calores extremos de diciembre, ¿quién puede olvidarse de que alguna vez en Tucumán hubo una pista de patinaje sobre hielo? A los que no la conocieron seguramente les suena increíble. Pero no lo es. "A mediados de los 80 se puso de moda el patinaje sobre hielo y en Buenos Aires se hicieron pistas muy exitosas. Unos empresarios tucumanos decidieron hacer una acá. Así nació el proyecto Winner, que fue inaugurado en el 87 en Junín 645", recordó Ricardo Salim, quien estuvo a cargo de la obra.

"A diferencia de las pistas porteñas, este fue un centro cultural: un grupo de escultores, a cargo de Beatriz Cazzaniga, hizo unos murales enormes. El local inauguró con un éxito impresionante. Iban familias enteras, personas de todas las edades. Había instructores que enseñaban a patinar y un bar en el que la gente se quedaba a tomar algo. Funcionó muy bien hasta que la moda comenzó a decaer en todo el país y se volvió poco rentable. Finalmente, cerró", recordó el arquitecto.

Cultura

Cineteca; Video Bar; El Galpón; La Papelera.

Entre los muchos nostálgicos que extrañan la Cineteca está Oli Alonso, director de teatro e ingeniero. "Realmente se la echa de menos -apuntó-. Se extraña su oferta increíble. Era el cine donde uno podía disfrutar de auténtico cine arte. Y se lo extraña más cuando se piensa que poner en marcha hoy algo así parece casi imposible. Ahora la programacion no la deciden los dueños de las salas, ni aunque quieran ofrecer otra cosa; la imponen las distribuidoras".